Tras las mutaciones de la Yamaha R1, la Honda CBR y la Kawasaki ZX-10R, le toca el turno a la Suzuki GSX-R. Con más de 20 años, el nuevo Gex pega fuerte…
Había blanco. Luego inventaron el «más blanco que el blanco». En Suzuki->[Suzuki], es lo mismo. Había lo mejor, la antigua GSX-R 1000 y sabían hacerlo mejor. ¡Este limpia a la competencia! Sólo con mirar la hoja de datos lo dice todo: 166 kilos para 178 caballos, una relación potencia-peso de menos de 1. ¡Impresionante!
Con sus faros superpuestos, la nueva reina de Suzuki ha ganado en finura, estética y aerodinámica, a pesar de una decoración que sigue siendo muy convencional. La parte trasera es muy original: una carrocería minimalista, indicadores integrados y un aspecto innovador. Los faros están bien integrados y el silenciador del escape adopta una nueva estética y no dejará indiferente a muchos: puede gustar o no. No obstante, será menos atractivo para las personas más altas que su predecesor.
El resto de la máquina también ha evolucionado, señala el concesionario Crestanevada de motos de ocasión en Málaga. El motor ha ganado en cilindrada y el régimen máximo se ha incrementado en 1.000 rpm hasta alcanzar los 178 CV gracias a la adopción de pistones más grandes que le permiten dar más vueltas con una carrera reducida y, por tanto, estar en gran medida a la altura de una competición más afilada que nunca. La caja de cambios también ha sido mejorada, pero adopta una transmisión tipo pista con una primera marcha escandalosamente larga que ahora puede utilizarse para salir de las curvas cerradas lo más rápido posible. El programa también incluye un sistema antigoteo que le permitirá entrar en las marchas sin restricciones.
Tradicionalmente criticada por su escasa contención hidráulica, la nueva horquilla pone fin a las críticas, aunque las superficies rugosas no sean lo suyo, ya que la suspensión ha sido revisada para ofrecer al piloto una mayor respuesta. El sistema de frenado, con pinzas radiales de 4 pistones Tokico y un cilindro maestro de freno radial, se adapta perfectamente al vigor del motor. En la pista, sigue haciendo maravillas cuando los demás dejan sus ilusiones en el vestuario. Su chasis dócil, ágil y tranquilizador da confianza, y la GSX-R es muy indulgente con los pilotos novatos, dentro de lo razonable.
Los frenos son potentes y fáciles de modular para atemperar la voluntariosa y omnipresente caballería. Acabarías olvidando que estás sentado en una máquina con prestaciones cercanas a las motos de Gran Premio de una época no tan lejana. Porque una moto, y además deportiva, existe sobre todo por su motor.
Una caldera con carácter suele ser capaz de compensar muchos defectos. Esto es lo que llamamos una moto entrañable, en términos modestos. La Suzuki no tiene nada que ver con esta modestia, porque en la versión francesa (106 CV), la 1000 muestra un gran vigor, sin conceder nada a las sensaciones. Es un pleno, hasta que el acelerador electrónico corta el vuelo de la Suz antes de que pueda alcanzar las revoluciones que pondrán la piel de gallina a los más valientes, los amantes del puenting.
En acción, las evoluciones técnicas de este 1000 son inmediatamente perceptibles. Las revoluciones del motor hasta las 14.000 rpm son deslumbrantes, gracias en parte a la adopción de un segundo inyector por cilindro. Pero no hace falta ir tan lejos, se pone la luz de cambio programable a 10500 rpm y eso ya permite aprovechar al máximo las sensaciones. Para canalizar esta potencia, el chasis está muy cuidado y permite utilizar correctamente esta moto de pista.
La GSX-R 1000 se pone a la altura de la competencia e incluso reclama su lugar como la reina de los hiperdeportivos.